«Cuando no se disfruta de la libertad, la única excusa del arte y su único derecho para existir es ponerse al servicio de ella» JOSE MARTI
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Yo no creo en la imbecilidad de Silvio Rodríguez. Hace breves días terminó, bajo el prisma de una serie novelada, la controversia epistolar de dos astros de la supervivencia; el primero, alquien que ha capeado todos los aguaceros y persecusiones políticas dentro del feudo post ’59 cubano; el segundo, Carlos A Montaner, quien ha alcanzado todos los triunfos intelectuales y económicos bajo las reglas del capitalismo europeo.
El resto de las comunidades del planeta podrían haber tenido acceso al ombligo insular, a consecuencia de la era digital que vivimos, con la ama de casa de Miami, el camionero en Madrid, y el doctor en Bogotá, reunidos en todos los foros internéticos que les permite el tiempo o las habilidades de navegar los espacios cibernéticos.
La discusión entre aquellos emergió hasta la superficie que necesita el primero, harto de conquistar todas las apetencias del ego; fue la persona que supo traicionar a su generación UMAP cuando el caos seudorrevolucionario se bañara en sangre, delaciones, miedo y desesperanza; fue la persona que supo trepar todas las oportunidades que le ofrecieron, y cultivó el arte cómplice que le conocemos, jugando, a la par de que el tiempo se lo permitiera, con la metáfora y el doble sentido, navegar en las dos aguas de la creencia popular. Silvio Rodríguez emergió como figura apologética del sistema castro cubano, ahora bajo las pautas de la palabra escrita, cuando su cancionística sufre bajo los efectos del cráneo envejecido, y la multiplicidad de estilos y jóvenes talentos que simulan mejor el sometimiento al sistema. Los elementos del diálogo cruzado entre ambos, se han debatido en diversos espacios; el primero, abogando por la fanfarria castrense, el segundo, por la libertad impostergable, la que merece la isla como cualquier otro pueblo.
Para mí, que tuve que nacer en 1960, SR es mi mejor argumento para detestar al castrato y todas las traiciones anexas. SR es el único personaje en la historia del hombre, que supera las aberraciones del poder dinástico en Cuba; es la persona que te hace desconfiar del arte a causa del uso que él le ha dado; para escuchar, después de 15 años de haber escapado de aquel infierno, cualquier multiplicidad de fábulas que le justificaren.
Silvio ha regresado por sus fueros, necesita permanecer en la plática popular; ya no se le ocurren versos que puedan dar la nota dual; su propio hijo se desmarcó del aplauso plañidero, de las ovejas lideradas por el padre, y para remarcarlo adoptó el seudónimo artístico de «Silvio el Libre», proclamando con toda la recalcitrancia de la era que transcurre, su desafección por la élite añejada en el poder -impune quizás, y hasta cierto punto, por el parentesco y el nexo-. No se es posible acopiar todas las imbéciles proclamas exhibidas en las tres cartas a Montaner, a la altura del 2010; no es posible repetir un discurso de más de medio siglo, en cartas susceptibles de ser leídas en los mejores periódicos de habla hispana del mundo, y creerse a sí mismo que pudieren surtir algún efecto a favor del castrato; de lo último que pudiera acusarse a SR es de ser estúpido. Ha logrado sobrevivir, y disfrutar todos los privilegios, de una dictadura contemporánea que no tiene parangón.
SR se preparó una coartada ante el inmimente cese del castrato; ya lo escucharán frente la TV, echarse de carcajadas junto al señor Montaner, al tiempo de repetir: «¿y viste el pie que te di para que dijeras lo otro?»
«¡Estúpido, Warren está muerto!», diría Edgar Alan Poe, al final de uno de sus cuentos de horror y misterio; dejen de comer catibía, y abran ojos y entendederas. Ya el hombre corcho vendió el libreto para su coartada final.
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napoleon03.wordpress.com
Leer debajo, en comentarios, «Correspondencia íntegra entre Silvio Rodríguez y Carlos Alberto Montaner»
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